Había una vez, en un pequeño y tranquilo pueblo, una hermosa niña llamada Lila que nació en una familia llena de amor. Sus padres, Clara y James, estaban encantados de darle la bienvenida a sus vidas. Lila tenía ojos brillantes que reflejaban asombro y una sonrisa tierna que iluminaba cualquier lugar. Parecía perfecta en todos los sentidos, pero a medida que pasaban los meses y luego los años, Clara y James comenzaron a notar algo inusual en su hija.

Lila no hablaba. No balbuceaba ni llamaba a sus padres. Vivía en su propio mundo sereno, a menudo mirando al vacío como si pudiera ver cosas que otros no podían. Los médicos les aseguraron que no había nada físicamente mal en ella, pero las palabras no salían de los labios de Lila. A pesar de su silencio, Lila parecía feliz. Tarareaba suavemente, dibujaba paisajes que parecían de tierras lejanas y sonreía con una sabiduría que no correspondía a su edad.

Una cálida noche de verano, todo cambió. Un gato de pelaje dorado y ojos esmeralda apareció en la ventana de Lila. El gato saltó con gracia al alféizar y miró a Lila como si la conociera desde siempre. Para asombro de Clara, Lila extendió la mano hacia el gato y comenzó a emitir suaves sonidos susurrantes. No era un idioma que los demás pudieran entender, pero era comunicación, sin duda.

Desde ese día, Lila y el gato, a quien llamó Solis, se volvieron inseparables. Aunque su voz seguía siendo inaudible para los demás, Lila comenzó a “hablar” con Solis. Le contaba historias de sus sueños: sueños de mundos fantásticos llenos de luces brillantes, bosques encantados y seres celestiales. Reía, cantaba e incluso imitaba el ronroneo del gato. Sus padres estaban maravillados y a la vez desconsolados. Anhelaban conectarse con su hija de la misma manera que ella lo hacía con Solis.

Una noche, mientras Lila acariciaba a Solis y tejía relatos de sus tierras de ensueño, sus padres se acercaron suavemente. Clara le preguntó: “Lila, ¿puedes contarnos una de tus historias?” Lila se volvió hacia ellos con una sonrisa juguetona y extendió la mano para acariciar la cabeza de Clara, como si fuera una mascota de la familia. Luego, con una voz suave, los llamó “Mamá Gatita” y “Papá Oso”, riéndose como si esos nombres fueran lo más natural del mundo.

Durante semanas, Lila continuó tratando a sus padres como personajes de su mundo fantástico. Pero una mañana, Clara encontró a Lila sentada en la mesa del desayuno, acariciando a Solis. Lila levantó la vista y dijo: “Buenos días, Mamá y Papá,” con una voz clara y confiada, como si hubiera estado hablando todo el tiempo.

Sus padres se quedaron paralizados por la sorpresa, pero rápidamente decidieron seguirle el juego. Respondieron como si nada fuera inusual, permitiendo que Lila marcara el ritmo. Esa noche, Clara se paró junto a la ventana de Lila, mirando las estrellas. Murmuró una oración al universo, pidiendo comprensión y guía. Al quedarse dormida, Clara soñó con Solis. En su sueño, el gato habló con una voz profunda y antigua.

“No soy un gato común,” dijo Solis. “Soy un espíritu enviado para tender un puente entre tu mundo y el de Lila. Ella ha vivido parcialmente en otra dimensión, un lugar de sueños y luz, pero ahora está lista para unirse completamente a este. Mi papel es guiarla, y ahora, mi trabajo ha terminado.”

Cuando Clara despertó, sintió una profunda paz. Compartió el sueño con James y, juntos, aceptaron con alegría la nueva voz de su hija y la sabiduría que llevaba consigo.

Lila comenzó a asistir a la escuela y rápidamente se hizo conocida por su extraordinaria habilidad para conectar con los demás. Tenía una capacidad única para entender los problemas de sus compañeros, ofreciendo consuelo y consejos más allá de su edad. Solis permaneció a su lado, un guardián silencioso pero siempre atento.

Aunque sus padres nunca comprendieron completamente la conexión misteriosa entre Lila y Solis, sabían una cosa con certeza: su hija era extraordinaria, y había encontrado su voz de una manera mágica.

 

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